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23 de agosto de 2014

El dios vencido

Gleaning, Arthur Huges (1832-1915)


"Hubo una vez un joven que, deseando ser investido como rey, pidió al dios del mar una señal de la legitimidad de su poder. Poseidón hizo surgir de las aguas un hermoso toro blanco, que debía ser sacrificado como símbolo de sumisión a las funciones del cargo real. Sin embargo, valorando la belleza del animal el nuevo monarca decidió atesorarlo para sí, y creyendo ingenuamente que la divinidad no se daría cuenta de la sustitución, sacrificó en su lugar al mejor ejemplar de su terrenal ganadería. De esta traición primera nació, como recordatorio de la falta cometida, el Minotauro. La trágica caricatura del poder corrupto, al que año tras año debían sacrificarse las nuevas generaciones. Algo más tarde llegaría el correspondiente libertador, para dar un respiro al curso de esa historia que olvida pronto que el héroe siempre está a un paso del monstruo, y que el mismo traidor que es necesario derrocar, fue en otro momento una fuerza por la que se clamaba a los cielos. Un tirano es como un invierno demasiado largo."
La savia de los almendros. Crónica de la primavera.

Hay algo en los campos cuando, al caer la tarde, salgo a pasear por los caminos de tierra que los rodean. Vemos al trigo crecer verde y tornarse dorado, caer bajo la hoz y convertirse en montones de paja amontonados en los mismos campos en los que  meses atrás germinó la semilla de la que procedía. Es el dios vencido - por sí mismo -, el grano sacrificado convertido en símbolo de todo aquello que muere para que el resto de criaturas se alimenten, que nos recuerda que un día también nosotros entregaremos nuestro último aliento para volver a la tierra. En los márgenes de los campos un viento fresco agita sombras entre las cañas, y en el cielo nubes grises anuncian anticipadamente el tránsito a la época oscura del año. El guardián del umbral espera, aún cuando no se manifieste.

Hay matices en el desarrollo de nuestra práctica mágica/espiritual que no aparecen en los manuales, del mismo modo que ningún tratado genérico hablaría de las relaciones concretas que tenemos con nuestro círculo cercano. En muchas ocasiones sería más conveniente dejar de lado las explicaciones dadas y abrirse a la experiencia directa. Y cuando hablo de las "explicaciones dadas" no me refiero sólo a las que recibimos, sino también a las que por alguna extraña razón nos vemos impelidos a dar.  

Este año me he encontrando explorando el ciclo sobre-tierra y ha sido algo agotador, seguramente por primeriza, y por no tener detrás el entrenamiento más adecuado (y no me refiero a que no tenga el conocimiento necesario, sino a ciertas lagunas de disciplina...). Si estuviera en un tablero de la oca, hace días que habría pisado la casilla de la muerte, para empezar el viaje desde cero. Pero si lo que llega ahora es la cosecha, es lo que tiene sentido e incluso prefiero que sea así, ha habido muchas cosas en este recorrido y quisiera vivirlas plenamente antes de pasar a otro orden de cosas.

En estas fechas muchos paganos celebran la abundancia de la cosecha como resultado de sus esfuerzos, y también como una muestra de generosidad de la naturaleza. Pero de unos años a esta parte prevalece para mí en este momento la noción del sacrificio y de la entrega, más allá de la analogía en el reino natural, en relación con la necesidad de desapego. Es posible que al tener la atención en la parte del ciclo que transcurre Sobre-Tierra estos conceptos resuenen aún con más fuerza. En el momento de la cosecha el grano se sacrifica en su momento óptimo, da lo mejor de sí. Podría seguir vivo, pero entonces simplemente se iría marchitando y acabaría cayendo de todos modos, pero su descomposición sólo alimentaría a la tierra. 

En el ciclo del héroe, el joven acumula méritos hasta convertirse en héroe y en no pocas ocasiones su gesta consiste en desplazar a un antiguo rey que ha olvidado que su función es servir al pueblo, y se aferra al poder, corrompiéndolo. Una vez el héroe deviene rey deberá evitar acabar convirtiéndose en el mismo mal que un día llegó a combatir; y la única manera de hacerlo es recordar a quien sirve, y aprender a dejar ir. Después de entregar todo lo que tiene, como el alma descarnada, puede adentrarse en la segunda parte de la historia, la que discurre por los reinos internos, Bajo Tierra.

Escribió C.G: Jung, a raíz de este punto de inflexión existencial: "El Sol contrae los rayos para alumbrarse a sí mismo, después de haber prodigado su luz por el mundo". Jung, en 1930, se refería con esto a la segunda etapa de la vida adulta. Sin embargo, del mismo modo que aunque consideremos la primavera  análoga a la juventud y el invierno a la vejez, las estaciones se van sucediendo a lo largo de nuestros años, también las diferentes etapas del ciclo se suceden varias veces a lo largo de las vidas de cada individuo. Simplemente, destilamos más o menos aprendizaje de ellas en función de nuestra madurez y atención al fenómeno (que es lo mismo que decir que para muchos pasan tan inadvertidas como las estaciones).

El dios que se vence a sí mismo (que vence su apego y se entrega a la transformación) es recibido por el bosque, por las sombras que se alargaran cada día que pase. El dios de la época oscura del año no es sólo el devorador, sino el sabio que domina aquellos aspectos desconocidos para el que sólo ha desarrollado su ser en las etapas externas del camino, a través del aprendizaje efectuado en el encuentro. La experiencia del rey que ha muerto pasará así a formar parte del aprendizaje acumulado por las generaciones de reyes, alimentará el legado de su función y será la herencia que esperará al próximo joven que comprenda y asuma el destino siempre transitorio del monarca.

Hablaba párrafos arriba de cómo a menudo nos complicamos la vida o nos desgastamos por tratar de dar explicaciones innecesarias. El lenguaje de la parte del ciclo que se desarrolla Sobre Tierra es, antes que cualquier otra cosa, el de la acción. El rey no explica, actúa; no intenta convencer, sino que muestra con el ejemplo la posibilidad que ha escogido encarnar. En el ciclo del héroe el rey es esencialmente un servidor, y el poder que ejerce en un territorio, un préstamo. Del mismo modo, nosotros tenemos un cuerpo y una personalidad que habrán de desintegrarse al final de nuestros días. 

A  escala menor, cada uno de nosotros asume roles o posiciones que en un momento dado, ya sea con violencia o con naturalidad, deberá dejar atrás. Cada vez que nos encontramos con una de estas situaciones conviene preguntarnos a qué servimos (porqué empezamos a caminar, cuál es el objeto de nuestra búsqueda, en qué creemos, cuáles son nuestros ideales...) y actuar en consecuencia, dejando ir y entregándonos  sin reticencias a la transformación.

Puede que, como decía más arriba, la secuencia nos deje la sensación de haber pisado la casilla de la muerte para volver al principio, puede que implique un pequeño o gran sacrificio, pero el camino tiene sus propios métodos para corregir nuestro rumbo en caso de que nos hayamos alejado demasiado de la senda que en justicia nos pertenece recorrer; y al final siempre podemos agradecer la oportunidad de volver a empezar, apreciando mejor cada uno de nuestros pasos.
El Sol contrae sus rayos para alumbrarse a sí mismo, después de haber prodigado su luz por el mundo. - See more at: http://www.geocosmos.es/el-punto-de-inflexion-de-la-vida-1930-c-g-jung/#sthash.Exc8mZv3.dpuf
El Sol contrae sus rayos para alumbrarse a sí mismo, después de haber prodigado su luz por el mundo. - See more at: http://www.geocosmos.es/el-punto-de-inflexion-de-la-vida-1930-c-g-jung/#sthash.Exc8mZv3.dpuf

1 de agosto de 2014

La cosecha, Félix Anesio

Meinrad Craighead, Madre e Hija, ca.1986


La cosecha

Gaudeamus igitur…

¿Por qué no regocijarnos y cantar las mieses
de la cosecha que hemos sido, inexorablemente?

¿Por qué no sentir orgullo; quién lo impide?
¿Por qué víctimas y no hacedores
de nuestras propias vidas soberanas?

Porque a pesar de los pesares—en la Isla—,
nos hicimos más fuertes, estoicos, solidarios;
sobrevivientes hermosos de una gesta impropia.

¡No hay generación que no lamente,
de algún modo, no haber hecho más
de lo que pudo!

Habiendo, pues, echado al fuego la cizaña:
¿Por qué no celebrar la cosecha con un canto?

Félix Anesio, 2012.