Páginas

3 de abril de 2014

El Monstruo se queda



Todos tenemos épocas difíciles en nuestras vidas, semanas en las que todo parece venir junto, momentos en los que no vemos salida, y cerrando los ojos nos gustaría simplemente volver al barro original, y que el agua de la lluvia nos arrastrara hasta hacernos desaparecer. 
Luego nos sobreponemos, y seguimos.
Obviamente no hablo por aquellos que deciden revolcarse en sus desgracias y recitar en el relato interminable de quejas ensayadas antes que hacer nada... Hablo de las personas que mientras otros hacen esto, se levantan cada dia y luchan, y desde el fondo del pozo en el que se encuentran arañan las paredes buscando una salida, y se quedan sin uñas antes que sin fuerza, pero ahí siguen, mientras los días del plazo indescifrable pasan lentos.

En  una sucesión de acontecimientos que ha caído como una lluvia de piedras, puedo decir que en las últimas semanas me ha pasado prácticamente de todo, y no demasiado bueno, a todos los niveles: relaciones, proyectos, trabajo, salud...  El tipo de confluencias que, además de dejarnos temblando, nos da que pensar.  Una vez pasada la tormenta, no nos vamos a quedar en el dolor, simplemente empezamos de cero, y desde menos que cero si es necesario. Cuando pienso que he estado tantas veces en este punto que casi se ha convertido en mi medio natural, el miedo se esfuma y llega una especie de agradecimiento que no termina de ser una rendición.

Si algo tiene cada uno de los sismos que sacuden nuestras vidas derrumbando la mitad de lo que creíamos certero por los suelos, es que nos ayudan a hacer limpieza de todo aquello que  sobra en nuestras vidas, revelando a nuestra olvidadiza conciencia, la resplandeciente belleza de aquello que es esencial y permanece intacto cuando todo lo demás se agrieta y cae. Desde la perspectiva privilegiada de aquel que se halla entre ruinas podemos entender muchas cosas, y liberarnos ya sin pesar  de las mentiras (o medias verdades) con las que  hasta el momento velábamos nuestros ojos.
Cada vez que nuestro mundo se derrumba, una parte de nosotros muere con él y queda para siempre atrás. Eso significa también que podemos elegir hacia dónde orientaremos nuestro cambio, en el siguiente paso a dar.  Después de años de volver una y otra vez a este punto, puedo decir que la vida es algo que construimos dialogando con la existencia, más que planeando... Aunque tener un plan, ser capaz de entregarse a algo, siempre ayuda.  

Durante todos estos años el Monstruo me ha acompañado, como una sombra que me habita y, a veces, me hace daño. El Monstruo que permanece al fondo de la conciencia, mirando con escepticismo mis intentos de actuar de forma ética incluso cuando ando entre tramposos y cobardes. El Monstruo que, atado, se agita con furia, cada vez que tengo que tolerar una salida de tono, o incluso una falta de respeto de alguien que no cree necesario pensar antes de hablar, o no le importa. El monstruo que me araña por dentro cuando lo contengo sabiendo que alguien está tratando de mentirme o manipularme,  pero no hago nada, porque no está bien acusar sin pruebas ( aunque cuando las tienes, el daño ya está hecho, y ya no importa).

Casi puedo contar con las manos las ocasiones en las que el Monstruo ha escapado de mi control, provocándome una vergüenza terrible, porque gran parte de mi formación la pasé en una pseudoescuela en la que el dolor, la rabia o el enojo, deberían haber sido comprendidos, gestionados y trascendidos, pero como es algo que en realidad cuesta mucho esfuerzo y dedicación, más a menudo eran simplemente criticados, reprimídos y castigados.
Lo llamé Monstruo al ver como individuos que creían que podían seguir con sus experimentos sobre mi persona se asustaban al verlo aparecer... Lo llamé Monstruo porque por su culpa perdí cosas que amaba, o al menos, según los estándares de la época, creía amar. 
Sólo con el tiempo he podido ver que el Monstruo conserva todos los mecanismos de autodefensa que mi conciencia en algún momento trató de suprimir en busca de aprobación ajena, y  por mucho daño que me haya hecho, nunca será mayor que el que me ha ayudado a evitar. A fin de cuentas, el Monstruo ha hecho por mí más que muchos de aquellos que en algún tiempo consideré mis compañeros, o incluso hermanos.  Por no hablar de lo mucho que me ha ayudado a seleccionar  en quienes puedo confiar, algo que curiosamente poco tiene que ver con lo cerca o lejos que tienes a otra persona, o con el tiempo que haga que la conozcas, sino más bien con su manera de reaccionar cuando en el momento más inesperado nuestro Monstruo -  supongo que cada uno tendrá el suyo-  hace su aparición estelar.

Bien... Aquí sentada de nuevo sobre una montaña de piezas rotas y descartables, acaricio el lomo peludo del Monstruo que siempre me ha sido leal. Conversamos acerca de cómo deberíamos abordar el siguiente tramo de nuestras vidas y qué nos apetece construir ahora. Él sabe que hay principios a los que pase lo que pase no pienso renunciar,  y yo sé que puedo contar con que acuda en mi ayuda cuando alguien con las cartas marcadas pretenda hacerme entrar en su juego. Contemplando cómo han cambiado las cosas en los últimos cinco, diez o quince años, no puedo estar más que contenta de haber pasado por tantas muertes y renacimientos, y despertar aquí, ahora, de nuevo. Abrir los ojos después del hundimiento, y comprobar que el Monstruo y yo, no estamos tan solos como solíamos estarlo en estas ocasiones...  
Los Dioses me habrán negado muchas cosas en esta vida, pero me han concedido lo que más me importaba, sin lo cual, nada de lo demás tendría sentido. Así que, feliz y agradecida después de todo, volveré a este punto las veces que haga falta.