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21 de febrero de 2014

La otra mitad


Recuerdo hace ya muchos años, la letra manuscrita de alguien que me escribía en una carta "soy hijo de dos mundos enfrentados, ambos me dan algo y ambos se llevan algo de mí". Una y otra vez vuelvo a esa frase que muchas veces he sentido como propia, y que creo que es una constante en la vida de aquellos función consiste precisamente en mediar o establecer puentes entre mundos, muchas veces opuestos y de vez en cuando, incluso en guerra. Puede que sea el reflejo de una división propia, o tal vez que, en algun momento, asumimos en nosotros esos dos mundos externos con la esperanza de poder trabajar en su reconciliación.

Hace ya algunos años la necesidad me llevó a esquematizar el Trabajo con Cuaderno, elaborando algunos esquemas y explicaciones sencillas que pusieran en orden parte conocimiento acumulado en el camino recorrido, y me ayudaran a hacerlo más práctico. Hablamos de trabajo por objetivos y, más allá de éste, de trabajo con propósito. El año pasado me permitió poner parte de esto en circulación, por si acaso resultaba útil a otros,  a través de Ouróboros ABC y el Seminario Pagano. Así terminó otra etapa de mi propio aprendizaje, y de nuevo se hizo la Oscuridad, en la que entendí que durante todo este recorrido, la otra mitad del conocimento ha permanecido más escondida que olvidada.

Me refiero al conocimiento que no requiere de explicaciones. Sientes una necesidad, como una llamada, sales a la calle y respiras profundo para que el aire del momento pueda despertar la parte de tí que tiene que ponerse en acción, aparece entonces en la mente a través de sensaciones aquello que necesitas, y lo que hay que hacer. Aquí no caben las listas de correspondencias, ni los procedimientos, ni las herramientas... Y especialmente, en mi caso, no hay sitio para los nombres, y cada vez menos para la imaginería. Pero sales a fuera cómo si te hubieran dado unas ganas terribles de bailar (sí, es un eufemismo horrible), y pudieras bailar cómo si nadie te estuviera viendo, o te diera igual. El mundo es otro, otros los caminos que recorres, como si las realidades estuvieran simplemente superpuestas y pudieras ver más de lo que normalmente se ve, no necesariamente con los ojos. Y cuando todo ha pasado, vuelves a casa cansada, dejando atrás a veces hasta el recuerdo de lo ocurrido, pero con una satisfacción inconfundible...

En esto pensaba cuando leía el título de la página de Jean Luc Colnot, "Magick instinct". Como un instinto ni se aprende ni se enseña, se atiende o se reprime, aceptando las consecuencias. Tras el sueño de un largo invierno es momento de despertar, y cada vez resulta más difícil ignorar algo que se remueve por dentro cada vez que trato de hacer como que no existe. Pero despertar no es siempre fácil, ni mucho menos agradable, y esta parte de mí, a veces demasiado sincera, no es precisamente fácil de tratar.